martes, 13 de febrero de 2024

Imaginé mi muerte

Imaginaba mi muerte. Escándalo aparte, drama aparte, imaginé mi muerte. Se trató, más bien, de mi estado emocional al momento de la desaparición. A decir verdad, el camino hacia allá no va tan mal. Ahora mismo siento de cerquita a quienes quiero sentir cerca, a esa gente que me vio nacer, a quienes nacieron conmigo, a quienes ayudé a nacer y a quienes me acompañaron en esta empresa, así como a quienes se acercaron o me dejaron acercarme para compartir un buen rato, un rato de alegría y crecimiento. No va mal la cosa. La verdad, no creo que vaya a ser un escándalo en su momento, al menos no para mí. Eso sí, en ese planificar para atrás que se me planteó durante el ejercicio, y para llegar al estado previsto de despedirme con una sonrisa, sin lutos y sin miedos, comencé a repasar, para desechar urgentemente, las deudas, los miedos y todo compromiso de origen dudoso que ahora me pudiera estar desmejorando el camino que resta de esta aventura, de este regalo que agradezco "a quien pueda interesar" .

lunes, 22 de enero de 2024

De verdad, no.


El hombre miraba a la chica que danzaba y se contorsionaba alrededor del poste que llegaba al techo. Encantado, entre las luces y el ruido, la miraba con atención, como fabricando una copia permanente en su cabeza. Lucía perfecta. El momento era perfecto. Sentía en ese instante que no había nada mejor. La joven, que se había percatado de su atención, se le acercó después de su acto y haciéndose paso entre el resto de los clientes, se le acercó con movimientos que pretendían ser provocativos para ofrecerle su compañía y seguir el resto del guion. Él, evidentemente inquieto, pero por otra razón y después de abordarlo en su asiento e insinuándose a su oído, se apartó lo suficiente como para aclararle que ella solo era perfecta en su mente, en su recuerdo, y que él no quería destruir esa imagen tan suya, tan íntima, tan perfecta, solo por el capricho de practicar un rato de realidad. Le pidió afablemente que se alejara y nunca más volvió.

sábado, 7 de enero de 2023

Nuestra relación fue

Nuestra relación comenzó por formar una fina membrana que, al principio y a fuerza de comportamientos y estados recurrentes, empezó a endurecerse imperceptiblemente hasta convertirse en una costra que se endurecía desde afuera hacia adentro. Era cotidianidad que siempre regresaba a lo mismo: incomodidad, ira y sexo reparador, para añadir cada vez otra capa a la costra. Cada ciclo nos reducía el espacio para accionar, para decidir, para disfrutar. Durante mucho tiempo estuvimos presos de aquel régimen, de aquella rutina que en un momento dado no se parecía a lo soñado en el pasado. Un día, lo que quedaba de nuestro nido, en el espacio interior de la costra, se hizo tan pequeño que nos sofocó al extremo de solo poder morir asfixiados o quebrar la costra con piel rota y sangre para salir al fin a un mundo de decisiones y sensaciones ya olvidado. La ilusión infantil murió asesinada y por poco no nos llevó por delante para siempre.

lunes, 15 de agosto de 2022

Tómame, Leonardo


De repente entró ella —sí, ella misma— completamente desnuda, con el cabello recogido y con ojos y piel suplicantes. Fue un momento tremendo. Esa mujer hermosa, a quien había observado durante años con ojos de simpatía e interés intelectual, salió de su habitación a la sala en la que me encontraba esperando solo una hoja de contrato para seguir con mi día cualquiera de trámites. La vi de arriba abajo con la sorpresa y la oportunidad correspondientes mientras se acercaba al sofá. Con algo de miedo y una ceja levantada la sentí sentarse a mi lado, poniendo su mano en mi pierna y diciendo:

—Es hora, Leonardo... No aguanto más esto que siento por ti. Tómame como si fuese ella.

Por algún lado sentí el impulso adolescente de poseerla allí mismo, sin maquinar tanto, mientras por el otro lado, contundentemente, se me abrieron el álbum y el diario de mi vida. Sin dejar de percibir su aliento, su perfume y su calor, aclaré mi  garganta antes de mirarla con toda mi voluntad solo a los ojos y decirle:

—La verdad es que me tomas por sorpresa. Te confieso que la potencia de este asalto invoca todas mis debilidades, esas, que no sin fundamento me encosquillan el cuerpo hasta el punto de acoger la duda. Sin embargo, en este río revuelto de emociones debo conjurar el peligro que tu acción atrevida me coloca enfrente. No sé si agradecer el regalo. No sé cómo hacer en este momento para no recibir lo que me ofreces, sabiendo que fue una decisión difícil de tomar y una acción desprendida de tu parte, dada nuestra relación hasta hace dos minutos. Es por eso que me levantaré de tu sofá y me retiraré ahora mismo antes de que cualquiera de mis columnas se derrumbe y acabe yo como cómplice de un despropósito que dañaría mucho más de lo que podría construir".

Disimulando mi alteración corporal evidente, traté de recomponerme mientras caminaba hacia la puerta. En ese momento, cuando estaba ya dejando la puerta tras de mí, sentí el precario impulso adolescente de nuevo, y con un rictus que intentaba la seriedad, me devolví lentamente y la miré una última vez... de arriba a abajo.

sábado, 25 de septiembre de 2021

Deslave fecal

En estos días, después de visitar a mi gente, y aprovechando que no vivimos a tanta distancia, decidí regresar caminando a casa. “Solo son 50 minutos”… “Hace falta ejercicio”… Pues, arranqué a caminar. A solo 10 minutos de comenzar el viaje, sentí ese rebulú en la panza que no sentía hacía muchísimos años. Mientras caminaba, y cumpliendo con esta repentina empresa que me entusiasmaba en cierto grado, comenzaron esos sudores fríos que anuncian la calamidad. Inmediatamente, decidí tomar el control del asunto y no dejar que mi mente y mi cuerpo se confabulasen y me fuesen a dejar en la vergüenza pública. A mi edad adulta —adulta de verdad—, y al sentir ese último viento caliente que gritaba que no había margen para el error, puse en práctica un método que ya me había funcionado en ocasiones similares, aunque menos amenazantes: la sicología inversa. Dado que normalmente, al prever el drama inminente, la gente normalmente se esfuerza por evitar pensamientos que tengan que ver con la desgracia, yo comencé a pensar en lo contrario, en el hecho mismo del deslave café, en la negativa tradicional en taguaras sin agua, en fin, en cagarme en las aceras. Por muy sorprendente que parezca, mientras venían a mi mente esas situaciones extremas de abandono, los retorcijones bajaban su intensidad hasta el punto de permitirme seguir recortando camino hacia mi sitio. El gorgoreo estaba allí, entre suave y latente, mientras evitaba pensar en llegar a mi hogar porque, como sabrán, contar el tiempo y los metros que faltan por alcanzar el destino solo empeora las cosas. Ya a mitad de camino, la urgencia parecía haber amainado y pude confirmar que era posible lograr el cometido, incluso sin estoicismo alguno. Cada vez que el cólico se asomaba, era bombardeado por imágenes impactantes de agachados, ropas interiores malogradas, sensaciones lubricadas al caminar con disimulo, por mencionar algunas. A un par de cientos de metros de la casa, había logrado lo que podría llamar el Nirvana del Asterisco, durante el cual se vive un replanteo entre el drama de la mente y las necesidades reales del cuerpo. Fue tan así, que dio margen para comprar algo en el quiosco con toda naturalidad y resguardarme, al fin, bajo techo. Eso sí, la naturaleza, en su sabiduría debió darse cuenta de la manipulación, y en los últimos cinco metros se revirtió completamente el efecto logrado, produciéndose la tradicional carrera desesperada hasta la loza, sin hablarle a nadie, como cualquier mente inferior promedio.

jueves, 5 de agosto de 2021

Se me olvidó respirar

En medio de tanto trajín, de tanta corredera; en medio de los compromisos, voluntarios e involuntarios y el cansancio resultante; imbuido en este torbellino de cosas indeseadas por hacer, de insatisfacciones consecutivas y la odiosa pensadera… fíjate que se me olvidó respirar. En medio de cualquier trámite en internet, de la compra del pan y el jugo o de la cocción del arroz, un mareo pronunciado seguido de una tranca de la traquea, la apnea se hacía constante y con el uso de la voluntad para tan obvio menester, tenía que respirar adrede. Qué locura, ¿no? Al parecer, el sistema nervioso se echó las bolas al hombro y me dejó la vital tarea de respirar a mí solito, sin ayuda, sin aviso ni protesto. Solo respiraba involuntariamente cuando estaba dormido, pero no es una afirmación absoluta. En ocasiones, me despertaba en medio de una pesadilla sobrevenida de la asfixia. Ya hace algún tiempo de esta nueva modalidad, en la que debo revisar si estoy respirando o no y actuar. El hecho es que de alguna manera me he acostumbrado y hasta he notado que mis funciones se reactivan y se mantienen mejor mientras respiro a conciencia. Con el paso de los días, hasta he sentido que se ha hecho un hábito muy sano estar pendiente de los niveles de mi respiración y, como grata y confortable sorpresa, por estar en tal alerta vital, mis preocupaciones superficiales parecen haber tomado sus maletas e ido para el mismísimo carajo. Hoy he terminado de evaluar el beneficio. Ya vengo, voy al balcón a respirar aire fresco, mientras miro los alrededores.

viernes, 28 de febrero de 2020

Indiferencia aparente



Pasó lo que te pasó y quedaste en ese estado cercano a la indiferencia para con quienes te aman, con lo que te rodea. Hoy me toca a mí estar a tu lado para cuidarte y atenderte por si lo necesitas. Siempre te veo con la mirada perdida la mayor parte del día. Te levantas de tu cama y cumpliendo con tu rutina intacta previa al accidente, te aseas, te vistes y comes. Ya no conversas, sin embargo contestas con gestos breves o balbuceos a lo que se te plantea.

A veces pareces no escuchar y llega a ser desesperante no saber qué quieres, qué necesitas, qué te gustaría. En un momento dado te asomas un rato por la ventana y miras lentamente de un lado a otro con cierta atención, con aparente interés. Después de alguna merienda, sales al patio y saltas la vista entre los arbustos, el árbol grande, el cielo y las montañas a lo lejos. A veces te quedas dormido en tu silla de siempre, esa que usabas en las reuniones con tus amigos, cuando podías compartir con los demás lo que llevabas por dentro.

Pero ahora estás así, incomprensiblemente quieto, fomentando la desesperación entre nosotros, poniéndonos a adivinar cuál será tu próximo movimiento, tu próxima necesidad a cubrir, incluso, tu próxima necedad.

Pero algo me resulta curioso. Hace poco vi un asomo de sonrisa en tu cara y me puse a reflexionar sobre tu estado. Pensándolo bien, no ofreces ninguna señal de sufrimiento, de incomodidad, de contrariedad. Aunque eres una presencia de diagnóstico inexorable que se desliza lentamente por los confines de la casa, no haces sonar alarmas reales de dificultad en ningún sentido. Recientemente he comenzado a mirarnos y a mirarte, y veo que quienes están realmente compungidos con esta situación, somos los llamados sanos, los que normalmente dominan las situaciones; y en esa onda, no pude dejar de saber que quienes tenemos el drama somos nosotros, no tú; que quienes sufrimos por una supuesta pérdida somos nosotros, no tú.

Al parecer, se nos hace imposible sentir que ahora estás bien, que disfrutas en silencio de situaciones que nosotros no comprendemos, pero que sí existen; que tu piel y tus ojos cuentan que estás incluso mejor de lo que estabas cuando estabas “bien”, pero que aquí elegimos la tragedia como medio para lidiar con esto, y que si uno se pone a ver, son circunstancias naturales de la vida de una persona y su familia cuando sobreviene un acontecimiento importante.

Al día de hoy, ya gané la seguridad de que a quienes hay que examinarle la cabeza es a los deudos, quienes, a falta de conciencia, prefirieron la sorpresa fingida, la lloradera y el desaliento como nuevo modo de vida; eso, hasta que el viejo los libere con su ausencia definitiva. Vaya manera de solucionar…