lunes, 22 de enero de 2024

De verdad, no.


El hombre miraba a la chica que danzaba y se contorsionaba alrededor del poste que llegaba al techo. Encantado, entre las luces y el ruido, la miraba con atención, como fabricando una copia permanente en su cabeza. Lucía perfecta. El momento era perfecto. Sentía en ese instante que no había nada mejor. La joven, que se había percatado de su atención, se le acercó después de su acto y haciéndose paso entre el resto de los clientes, se le acercó con movimientos que pretendían ser provocativos para ofrecerle su compañía y seguir el resto del guion. Él, evidentemente inquieto, pero por otra razón y después de abordarlo en su asiento e insinuándose a su oído, se apartó lo suficiente como para aclararle que ella solo era perfecta en su mente, en su recuerdo, y que él no quería destruir esa imagen tan suya, tan íntima, tan perfecta, solo por el capricho de practicar un rato de realidad. Le pidió afablemente que se alejara y nunca más volvió.

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