Acto I:
Te amaré como creo que se debe amar: con desespero, con urgencia, con el afán de abarcar tu panorama y de entregarme totalmente a tus deseos. Seré el caballero andante de tus novelas leídas, si es que lees. Seré tu sombra y te propondré que seas la mía. Serás mi vida.
Acto II:
No te puedo amar como te prometí. Aunque el afán y la urgencia marcan mi camino, el desespero cambia su signo y ahora se deriva del sobresalto, de la incerteza, de la desconfianza de que alguien más me quitará este tesoro que encontré y que viene a completar mi existencia. A veces creo que no soy tu caballero, sintiendo a veces que soy, más bien, una clase de lacayo callejero que llegaste a mandar (no te ve visto leyendo). Aunque no he dejado de ser tu sombra, no creo que agradezcas el tremendo esfuerzo que supone. Mi vida ha cambiado mucho.
Acto III:
A veces me pregunto si te amo. Todo se enfría alrededor y me desespera llegar a casa. Ya no me importa tanto tu panorama… ni siquiera el mío. Tus deseos son una locura; cada vez se parecen más a una carta al Niño Jesús. Estoy entrando en huelga como obrero de tus construcciones sin visión, sin la esperanza de supervivencia. Solicitaré cabida en otros panoramas, eso sí, sin mucha exigencia, porque la vida es así. Definitivamente, no lees. La vida pasa y solo quiero que venga el futuro a salvarme de este lío.
Acto IV:
Ya no te amo. No eres lo que creí que eras. Qué desilusión y qué pérdida de tiempo y esfuerzo. Mi panorama comenzó tan lindo y ahora es todo un desfile de escombros. No queda ni la sombra de un comienzo apasionado, intenso, novedoso. Me entregué a quien no lo valoró. Estás muy lejos de ser lo que soñé.
Acto V:
Estremecimiento.
Acto único:
Te amaré como creo que se debe amar a cualquier ser humano: con respeto, con holgura, sin obligaciones, sin más expectativa que la paz. Seré yo mismo, sin caballos, sin corte, sin poses; sin esfuerzos, completo en mí mismo. Si lees, espero que lo disfrutes y me eches el cuento cuando sea de tu agrado. Trataré de recoger luces en mi camino. Ya no hay sombras. No me entregaré porque ya no entiendo qué significa eso. Dejaré algo de tiempo para disfrutar de mi panorama. No serás mía, serás tuya y me regalarás momentos que agradeceré. La pasión encierra el gozo, la sonrisa y hasta la carcajada, pero ahora tiene un rostro de calidad y cómoda sabiduría, sin sobresalto, consciente. Seremos parte de la vida sin futuro ni pasado, totalmente presente: Una nueva vida.
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