Cuentos cortos de Leonardo Rothe C. Para textos breves, diríjase al blog elfaculto.blogspot.com. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com" (for english version, see www.elfacultos.blogspot.com)
jueves, 28 de noviembre de 2019
No, no acepto
Despertóse el hombre de las cavernas ese 2 de abril, en el que todo le pareció mal. Miró al mamut que pasó a una distancia segura y pensó que si ese elefante fuera más pequeño, sería más fácil matarlo… aunque tocaría menos comida para cada uno. Luego de volar por su imaginación por unos instantes, se lamentó durante un rato. Después de ese rato, pudo ver a lo lejos un tigre dientes de sable y pensó que si ese tigre no tuviese esos dientes tan grandes, hasta comida fácil podría ser. Luego de volar por su imaginación por unos instantes, se lamentó durante un rato. Se metió más tarde en su casa último modelo y miró a su mujer y pensó que si él tuviese una mujer más bonita y voluptuosa, sería más feliz, que seguro sería una vida mucho más gozosa que la que le tocó y que a todas luces no le era suficiente. Bajó la vista y comenzó a verse las manos y las piernas y pensó que si fuese más alto y más fuerte, podría tener una caza mucho más provechosa. Luego de volar por su imaginación por unos instantes, se lamentó durante un rato. Esa noche, después de apagar el televisor, se durmió con lágrimas en los ojos al concluir que su vida resultó todo un fraude y que la mala suerte era la marca inobjetable de su existencia. Desde ese día el hombre aquel se levantaba frustrado y de mal humor en la mañana y sin ganas de cazar, comer o disfrutar de su familia. Pronto llegó el malestar y la enfermedad que se lo llevó finalmente. Estudios recientes asoman la idea de que el ser humano civilizado de ahora nació de aquel tipo que nunca aceptó las cosas como eran, sino que esperaba con demencia que lo que era no fuera, y que fuera todo según su expectativa necia y absurda.
jueves, 12 de septiembre de 2019
Se vino la montaña
Se vino
la montaña. Sin avisar con antelación, se vino. Todo lo que había a su paso, se
borró. Los habitantes a sus pies desaparecieron bajo el tierrero y el escombro
natural. Apenas se nota que hubo algo ahí debajo. Por encima del terraplén solo
sobresale la cruz y la campana, por un lado, y la cabeza de la estatua por el
otro. Al desaparecer el polvo producido por el gigantesco deslizamiento, quedó
un silencio nunca antes oído. La montaña se llevó a quien había alcanzado la
paz y a quien estaba preparado para recibir a la muerte. Se llevó al que vivía
distraído de la vida y al que vivía con miedo. Se llevó al que tenía
bienestares de sobra y al que trabajaba para su alimento de mañana. Se llevó al
que pensaba que la vida era solo esto y al que soñaba con algo mejor. El estruendo
no dio pie suficiente para escapar, para considerar, para despedirse. Quienes lograron
alejarse más igual fueron alcanzados por la última brazada del talud. Todos los
corazones que latieron tan desesperadamente antes de detenerse ahora solo
existen en el pasado y ahora solo para alimentar a la tierra que los acogió
porque sí, porque así debía ser.
Etiquetas:
deslizamiento de tierra,
land,
landslide
jueves, 2 de mayo de 2019
La gotera
Unos minutos
después de comenzar la lluvia, se pudo ver claramente: había una gotera que
caía en medio de la sala. Inmediatamente, los cinco hijos de la doña,
profesionales entusiastas todos, comenzaron a vislumbrar la posible solución al
inconveniente. No dejaba de llover. No dejaba de caer. Desde el de menor edad
al de mayor, cada hermano opinó y hasta con croquis para justificar tantos años
de universidad. Después de ningunear a los viejos —sus padres—, les dijeron que
se quedaran tranquilos, que ellos se encargarían. Pasaron las horas de algunos
días y los muchachos, entusiastas por el no tan nuevo reto y con los pies ya en
un pozo, zigzagueaban entre la física, la química y la matemática; entre la
evaporación y los vasos comunicantes, entre ventiladores y aspersión; pero las
pruebas arrojaban cada vez el mismo resultado. Los padres advertían que el agua
estaba subiendo su nivel, pero entre disertaciones, discusiones y hasta peleas
de pelo mojado, los vástagos los volvían a apartar de la “zona cero”.
Decidieron los doctores buscar ayuda afuera, pero no se consiguió el aporte
esperado. Ya la sala parecía un campo de batalla perdida, y entre una y otra
exclamación, el padre, fastidiado de tanto empecinamiento, subió al techo y
aplicó un parcho de asfalto con su dedo sobre el agujero, tapando así la gotera
al instante. Bajó, recogió su bastón y se volvió a sentar con su vieja en el
sofá. Después de mirar fijamente al techo por unos segundos, los “muchachos” no
solamente no reconocieron la efectividad de la intervención de Venancio, si no
que fue criticado despiadadamente por “la falta de metodologías en los
procedimientos técnicos utilizados”. Mequetrefes insalubres.
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