sábado, 20 de abril de 2013

Aparición destructora


Era pura paja eso de mi tan cacareado autocontrol. Era una mentira urdida durante años y que se susurraba cada vez que una adorable mujer se acercaba a buscar pleito carnal. Yo ya despreciaba eso dejarme llevar como un pez anzolado por cualquier chica que apareciese durante mi adolescencia. Ya resultaba suficiente con los enredos y dolores de cabeza y corazón en los que me metí de joven como para seguir así toda la vida. Lectura, reflexión y preparación efectivas. Todo estaba bien, bien acorazado, bien garantizado.

Pero tú no estabas prevista. Entraste con todo ese maquillaje, esa faldita y ese escote con el cuerpo de baile de esa noche… y qué cuerpo era. Tus gestos para la coreografía iban tumbando mis defensas como si fuesen dientes flojos. La fugacidad de tu mirada rasante sobre mí bastó para abrir mis labios y quedar como el pendejo oculto que traía en la maleta.

No era esto lo que quería, pero qué coño. No supuse que el escenario de mis días de paz y tranquilidad se descalabraría de esta manera. Me supe  embustero, falso. Me sorprendí hablando paja de mundos interiores que bastaban para el resto de la vida. Ahí estaba yo, como juez severo, y a la vez, y como el tonto de la noche, sin poder quitarte los ojos de encima, sin poder articular plan de acción.

Mis años de avance se borraron y ahora me fijaba en una mujer de quien no conocía nada y que nada bueno me podría traer, dada la manera como se movía y besuqueaba a los del público. Terrible despertar en la noche, entre música de pinga, entre mis panas del alma.

Salí corriendo del sitio y aquí estoy, temblando, días después, tratando de armar algo de lo que había antes, algo con sentido llevadero, urgentemente, antes de encontrarte de nuevo en la calle y ofrecerte mis tesoros más escondidos.

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