jueves, 18 de julio de 2013

Mi vecino, el asesino


Todos se sorprendieron de ver que yo sacara ese cuchillo en plena reunión, aunque lo hiciera en defensa propia. “¡Yo sabía esa vaina, maldito loco!”, le grité mientras me acercaba de espaldas a la pared.
Yo sabía que mi vecino manifestaba cierta peligrosidad al saludar intermitemente, cuando salía de repente desde detrás de alguna columna del condominio sin decir palabra alguna; al escrutar a los pasantes cuando regresaban de sus trabajos desde un lado de las escaleras.
Sin embargo, decidí aceptar la invitación a la reunión a su apartamento, en el piso de arriba, exactamente encima de donde vivía, aunque al principio de pensar creí que me haría el loco y dejaría de ir a última hora.
Siempre había existido mi parecer de que el vecino se traía algo entre manos. Los extraños sonidos en la madrugada, los gemidos y gritos sordos, los muebles rodados y los golpeteos en momentos inadecuados para armar parapetos de predecible naturaleza retorcida, me hacían presumir de su salud mental.
Y ahí estaba yo, con un cuchillo cuadrado de picar carne, en medio de la sala poblada de vecinos y amigos del loco. Ignacio, el vecino, blandía un pica-papas seguramente usado en reuniones del pasado, dadas las manchas marrones rojizas de pellejo de otros seres, de guindochos de tejidos ya secos de los que no quitaba yo la mirada aterrorizada, pero bien resuelto a salir vivo de todo aquello.
-¿Qué te pasa vecino? - preguntó con su sonrisita de sicópata.
Yo, que casi no escuché nada, me movía sigilosamente alrededor de la mesa de sala que servía de eje de la lucha encarnizada por venir. La presidenta del condominio y la administradora del estacionamiento; la conserje y la chismosa del 5; el culito del 7 y el baboso de planta baja... apartándose y acomodándose con cierto temblor, y aún sin querer retirarse, todos miraban con placer disimulado la contienda inminente. 

sábado, 20 de abril de 2013

Aparición destructora


Era pura paja eso de mi tan cacareado autocontrol. Era una mentira urdida durante años y que se susurraba cada vez que una adorable mujer se acercaba a buscar pleito carnal. Yo ya despreciaba eso dejarme llevar como un pez anzolado por cualquier chica que apareciese durante mi adolescencia. Ya resultaba suficiente con los enredos y dolores de cabeza y corazón en los que me metí de joven como para seguir así toda la vida. Lectura, reflexión y preparación efectivas. Todo estaba bien, bien acorazado, bien garantizado.

Pero tú no estabas prevista. Entraste con todo ese maquillaje, esa faldita y ese escote con el cuerpo de baile de esa noche… y qué cuerpo era. Tus gestos para la coreografía iban tumbando mis defensas como si fuesen dientes flojos. La fugacidad de tu mirada rasante sobre mí bastó para abrir mis labios y quedar como el pendejo oculto que traía en la maleta.

No era esto lo que quería, pero qué coño. No supuse que el escenario de mis días de paz y tranquilidad se descalabraría de esta manera. Me supe  embustero, falso. Me sorprendí hablando paja de mundos interiores que bastaban para el resto de la vida. Ahí estaba yo, como juez severo, y a la vez, y como el tonto de la noche, sin poder quitarte los ojos de encima, sin poder articular plan de acción.

Mis años de avance se borraron y ahora me fijaba en una mujer de quien no conocía nada y que nada bueno me podría traer, dada la manera como se movía y besuqueaba a los del público. Terrible despertar en la noche, entre música de pinga, entre mis panas del alma.

Salí corriendo del sitio y aquí estoy, temblando, días después, tratando de armar algo de lo que había antes, algo con sentido llevadero, urgentemente, antes de encontrarte de nuevo en la calle y ofrecerte mis tesoros más escondidos.

viernes, 25 de enero de 2013

Yoga para damas


Había comenzado la clase de yoga para embarazadas y decidí sentarme a observar, aprovechando el día soleado y la frescura que dejaba el verde del parque. “Inhala, retén, y tocando la punta de los pies con los dedos, 1, 2, 3, calentando los tendones, exhala...”. La voz excesivamente suave de la mujer al frente de la clase no lograba sino apaciguar las tensiones de los asistentes, que entre respiraciones comedidas, sin apuro alguno, dejaban su costra de ciudad demolida en el césped.

-¿Es esta la clase de yoga para embarazadas? - preguntó una chica que entraba apurada al área de los bancos donde me encontraba.
-Parece que sí -le respondí-, a pesar de que hay tres caballeros.

La chica se mostró un tanto dubitativa en integrarse al grupo, e insistió:

- Pero yo no estoy embarazada -dijo con la ceja levantada.
- Pues diga que tiene tres semanas -le indiqué con picardía.

Un minuto más tarde, la recién llegada estaba en medio de los ejercicios.
“Inhala, sube los brazos como queriendo alcanzar una nube: 1, 2, 3, 4... exhala mientras doblas las rodillas suavemente... 1, 2, 3. Inhala...”
La instructora, que no lucía embarazada, movía sus extremidades mientras sus ojos las seguían en una armonía de ballet. De repente, la dama de mediana edad comenzó a cambiar un tanto su semblante, y dijo, en medio de su danza:

- Hasta aquí los ejercicios para embarazadas, pero para quienes no están cansadas todavía, tenemos yoga para mujeres recién dadas a luz -y cerrando los ojos prosiguió su cadencia de cuerpo y habla:
- Inhala... el niño ha dejado el vientre, 1, 2, 3, exhala. El niño llora, pero el amor sin medida de una madre se encargará. Inhala... de verdad que no se calla... qué ladilla, 1, 2, 3... exhala, mientras sientes que mereces algo mejor que este encierro... relaja...

A pesar de que la voz conservaba su docilidad, el rostro de la mujer se iba endureciendo a medida que avanzaba la clase, pasando inadvertidamente de un tema a otro.

- Adopta una posición recta, firme, incólume. Inhala, 1, 2, 3... Siente que eres una profesional, una mujer de armas tomar, un ser independiente que no necesita muletas en la vida.

Los ojos marrones de aquella dama miraban al cielo, entre los árboles, como buscando un blanco para pegarle con todas sus fuerzas vitales.

- Inhala, aprieta los puños y colócate en posición de ataque, 1, 2, 3. Exhala y trata de olvidar que el perro ese se fijó en otra y no te da las atenciones que te prometió al principio. Inhala y exhala rápido, para evitar que se te escape... exhala.

La audiencia comenzó a detener su danza de pretendida tranquilidad, de relajación y limpieza introspectiva a medida que la instructora desarrollaba esta etapa errática de su programa. Algunos todavía la seguían, sin dejar de advertir las posiciones ya marciales de la señora, porque “para algo vinimos”.

- Inhala como puedas, 1, 2, 3... piensa que puedes rehacer tu vida, que eres todavía linda e interesante... exhala. Levanta la punta del pié, y con una gran inhalación, dale una patada por el trasero al mundo, porque no vale la pena, porque es todo una basura... ¡EXHALA, COÑO!