Había comenzado la clase de yoga para
embarazadas y decidí sentarme a observar, aprovechando el día
soleado y la frescura que dejaba el verde del parque. “Inhala,
retén, y tocando la punta de los pies con los dedos, 1, 2, 3,
calentando los tendones, exhala...”. La voz excesivamente suave de
la mujer al frente de la clase no lograba sino apaciguar las
tensiones de los asistentes, que entre respiraciones comedidas, sin
apuro alguno, dejaban su costra de ciudad demolida en el césped.
-¿Es esta la clase de yoga para
embarazadas? - preguntó una chica que entraba apurada al área de
los bancos donde me encontraba.
-Parece que sí -le respondí-, a pesar
de que hay tres caballeros.
La chica se mostró un tanto dubitativa
en integrarse al grupo, e insistió:
- Pero yo no estoy embarazada -dijo con
la ceja levantada.
- Pues diga que tiene tres semanas -le
indiqué con picardía.
Un minuto más tarde, la recién
llegada estaba en medio de los ejercicios.
“Inhala, sube los brazos como
queriendo alcanzar una nube: 1, 2, 3, 4... exhala mientras doblas las
rodillas suavemente... 1, 2, 3. Inhala...”
La instructora, que no lucía
embarazada, movía sus extremidades mientras sus ojos las seguían en
una armonía de ballet. De repente, la dama de mediana edad comenzó
a cambiar un tanto su semblante, y dijo, en medio de su danza:
- Hasta aquí los ejercicios para
embarazadas, pero para quienes no están cansadas todavía, tenemos
yoga para mujeres recién dadas a luz -y cerrando los ojos prosiguió
su cadencia de cuerpo y habla:
- Inhala... el niño ha dejado el
vientre, 1, 2, 3, exhala. El niño llora, pero el amor sin medida de
una madre se encargará. Inhala... de verdad que no se calla... qué
ladilla, 1, 2, 3... exhala, mientras sientes que mereces algo mejor
que este encierro... relaja...
A pesar de que la voz conservaba su
docilidad, el rostro de la mujer se iba endureciendo a medida que
avanzaba la clase, pasando inadvertidamente de un tema a otro.
- Adopta una posición recta, firme,
incólume. Inhala, 1, 2, 3... Siente que eres una profesional, una
mujer de armas tomar, un ser independiente que no necesita muletas en
la vida.
Los ojos marrones de aquella dama
miraban al cielo, entre los árboles, como buscando un blanco para
pegarle con todas sus fuerzas vitales.
- Inhala, aprieta los puños y colócate
en posición de ataque, 1, 2, 3. Exhala y trata de olvidar que el
perro ese se fijó en otra y no te da las atenciones que te prometió
al principio. Inhala y exhala rápido, para evitar que se te
escape... exhala.
La audiencia comenzó a detener su
danza de pretendida tranquilidad, de relajación y limpieza
introspectiva a medida que la instructora desarrollaba esta etapa
errática de su programa. Algunos todavía la seguían, sin dejar de
advertir las posiciones ya marciales de la señora, porque “para
algo vinimos”.
- Inhala como puedas, 1, 2, 3... piensa
que puedes rehacer tu vida, que eres todavía linda e interesante...
exhala. Levanta la punta del pié, y con una gran inhalación, dale
una patada por el trasero al mundo, porque no vale la pena, porque es
todo una basura... ¡EXHALA, COÑO!