Cuentos cortos de Leonardo Rothe C. Para textos breves, diríjase al blog elfaculto.blogspot.com. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com" (for english version, see www.elfacultos.blogspot.com)
miércoles, 29 de enero de 2020
Angelitos en el banquillo
Ignacio
se desarrolló bajo un ambiente adecuado de solidaridad, de empatía, de
justicia. Nuestro muchacho, que ahora es un hombre, trajo en su espíritu la
carga de bondad necesaria para acomodar esto y, sobre sus hombros, la
responsabilidad autoinfligida de hacerlo… y de hacerlo bien. Con toda su caja
de herramientas intelectuales, su buena salud física y su ética intachable,
nuestro futuro héroe llegó al sitio donde quería llegar para compartir su poder
y ejercer su magnanimidad en favor de quienes necesitamos que esto llegue a
buen puerto después de tanta tormenta. Pero comencé a ver detalles chocantes en
su quehacer ocasional que me alarmaron. No podía creer que nuestro Ignacio estuviese
tocando teclas que nunca previó tocar, halando hilos que jamás concibió halar.
Para quienes estaban más lejos que yo de mi muchacho, todo marchaba a las mil
maravillas, “con problemas, como todo”, mientras la campaña en favor de la
gestión de Ignacio arrasaba en la opinión de quienes, incluso, una vez lo
cuestionaron. Veía en su sonrisa al público un dejo de amargura, y cuando a
veces volteaba a verme, confesaba con su mirada los esguinces ocultos. Una vez
lo confronté sobre sus pecados del presente, y con una lágrima que
desaparecería pronto en su mano cerrada, me aseguró que no había manera de
llegar a hacer lo que una vez se propuso sin desviar algunos cauces, sin
violentar algunas maneras, y que “así iba a seguir siendo, porque esto no va a
fallar por detalles desechables, carajo”. Yo no sé si eso era verdad; no sé si
él creía en lo que me dijo, pero fue una gran desilusión saber que quien una
vez despegó del suelo con tal impulso, ahora era alguien embarrado de la misma
porquería que adornaba a quienes lo precedieron, de quienes lo motivaron, con
sus delitos, a subir a tan anhelado escenario siempre propicio para lo justo.
Ya no voy a verlo. Ya no lo llamo. Tal vez no estoy en nada, no estoy a la
altura de estas lides del poder. Tal vez soy un pobre iluso buscando ángeles en
las mismas calles llenas del estiércol de siempre, regidas por tradiciones, leyes
y modos empatucados de mierda.
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