domingo, 2 de abril de 2017

Compasión por Dios

En un local nocturno, después de una jornada de trabajo normal de extenuante del viernes, Pedro y Julián se sentaron en la barra y pidieron sendas cervezas antes de comenzar la conversa y el drenaje semanal acostumbrado. Después del brindis y de echar un ojo a ver qué había en los alrededores en la taguara, Pedro se dio cuenta de que en la esquina de la barra, próximo a ellos, estaba sentado un viejo alto, de barba gris y ojos tristes, que no apartaba la mirada del vaso de licor del cual acariciaba el borde con el dedo una y otra vez. Después de mirarlo en forma intermitente por unos minutos, se dio cuenta: es Dios.
El viejo, al parecer, estaba en uno de esos momentos en el que su empresa grandiosa solo le traía complicaciones sucesivas, hasta que, a imagen y semejanza de su obra y sin recursos, decidió darse una vuelta por el vecindario para alejarse de su realidad externa.
Pedro no aguantó y le dijo a Julián, bajito, para que el viejo no escuchara:
—¡Julián!, ¿ya viste quién está ahí?
Julián, con desdén, miró brevemente a la esquina donde estaba el viejo, y volviendo la mirada de nuevo a su teléfono, asintió con la cabeza. Pedro, sorprendido del encuentro extraordinario, le insistió a su amigo:
—¡Coño, Julián: es Dios!
Sin apartar la mirada del aparato, hizo una mueca de desinterés, bebió de su botella y permaneció en silencio. Pedro insistió:
—¡Míralo, vale! ¡Seguro la está pasando mal, Julián! ¿Qué te parece si lo ayudamos, le damos algún dinero, le hablamos para reconfortarlo? …Seguro tiene cosas importantes por hacer y míralo como está.
—Coño, Pedro, deja la ladilla… si quieres, anda tú.
Julián no podía creer ni la presencia del Creador ni de la indiferencia de su amigo. Parecía un mal sueño.
—¡Es quien creó todo, Julián: el planeta, a nosotros, al universo entero, coño! ¿Qué te pasa, pana?
—Sí, Pedro, pero eso fue hace mucho, ¿ya qué…?
El viejo se dio cuenta de la conversa murmurada de sus compañeros de barra; dejó un billete sucio y arrugado al lado del vaso apenas desocupado y salió del local para desaparecer en el callejón.
—¿Viste? Ya se dio cuenta de que hablábamos de él y se ladilló, Julián— dijo Pedro.

—¿”Hablamos”? Tú hablas de él. Yo estoy tranquilito descansando de esta semana tan jodida. Si quieres persíguelo y habla tú con él. Yo no tengo el más mínimo interés.